lunes, 3 de octubre de 2011

¿Reconoces el valor de tu Sombra?‏




¿Qué es lo que más odias de ti?  ¿Qué es lo que más te gustaría lograr?  Aunque no lo creas, esas dos cosas están íntimamente unidas.  Esos aspectos tuyos que no soportas, que te traen dolor o vergüenza, que deseas ocultar, que te hacen tropezar mil veces con la misma piedra son la clave para movilizar la plenitud dentro de ti.

Las partes que constituyen la Sombra son lo no reconocido por nuestro Ego. Como miembro de una familia y una sociedad específicas, escogemos y editamos qué partes mostraremos y reforzaremos, de acuerdo a un ideal de nosotros y del mundo que creamos mayormente en la niñez y adolescencia.  Lo que no tiene que ver con ese ideal es negado y rechazado.  Es obvio inferir la lucha continua que sostenemos en nuestro interior, con la consiguiente pérdida de energía y satisfacción que esto demanda.

Como en la dualidad hemos asignado a la Sombra/Oscuridad una cualidad negativa, (en lugar de verla como lo que no está en la Luz), tenemos miedo de explorar lo que se oculta de ella.  Así, cuando más buscamos la Luz, más pesada se hace la oscuridad.  Cuando aceptamos esas partes que nos hacen intrínsecamente humanos, que son comunes a todos, entramos en un proceso de despolarización y armonía y sanamos esa división entre el Ego y el Ser.

Es interesante observar cómo nos esforzamos tanto en negar ciertos aspectos que la idealización ha catalogado de “malos”, en búsqueda de ser “buenos”.  Carl Jung preguntó: “¿qué deseas ser: completo o bueno?”.  Cuando perseguimos la supuesta bondad sin advertir la fuerza de lo oculto, terminamos siendo “buenudos”, ingenuos, temerosos de lo que se oculta en nosotros (y, por eso, víctimas de lo que tememos).  La Sombra tiene un poder asombroso frente a esa versión paliducha que nos vende el Ego.

Cuando accedemos a examinar algún aspecto negado, lo primero que nos sorprende es la gran potencia que tiene. Parte de ella nace de la resistencia que hemos puesto en evitarla y de la consiguiente persistencia que conlleva.  Al aceptarlo, se disipa naturalmente.  Gran parte es la energía de los Niños Internos que lo han creado.  Nuestros padres probablemente rechazaban ese aspecto en particular o nació de un determinado acontecimiento o de algunos mandatos.

Lo cierto es que, detrás del aura de lo malo/rechazado, se esconde el más grande regalo.  Cuando atravesamos esa aparente oscuridad, emergemos a la luz que espera ser descubierta.  ¿Qué hay en esa envidia que te carcome?  La posibilidad de lograr tú eso que deseas del otro.  ¿Encubres tu inseguridad?  Encuentra la confianza en ti mismo.  ¿Alardeas y empujas?  Saca el liderazgo para tu propia vida.  ¿Temes no ser suficiente?  Haz lo que tu corazón anhela.


Una vida integral implica el reconocimiento de todas nuestras facetas y su armonización.  Detrás de la Sombra, está la esencia de lo que somos, nuestros dones más valiosos, la libertad de experimentar la totalidad y de elegir.  La Sombra no es sólo lo considerado “malo” sino más bien el potencial de lo que podríamos ser y hacer.  Lo divino escondido.  Cuando ya cada aspecto es reconocido como facetas del mismo diamante, éste resplandece en su brillo. 

La Sombra está allí para enseñarnos y guiarnos, ya que porta eso que hemos venido a aprender en esta encarnación. Al honrarla, la ansiedad y el miedo del ocultamiento son reemplazados por la serenidad y la confianza de ser uno mismo, íntegro y poderoso.  Al abrazarla, abrazamos la Vida en su totalidad.

Texto de la Sra Laura Folleto

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